La familia

domingo, 18 de octubre de 2009



Hace muchos años había una familia que vivía en una casa de madera. Por lo menos, las paredes del interior debían serlo, si tenemos en cuenta el final del bebé. 

La familia estaba compuesta por los padres, una chica joven, su hermano, algo menor y la criada. 

Una noche de viento, el padre de la familia, que trabajaba fuera del pueblo, había oído decir que un loco se había escapado e iba hacia la zona donde él vivía, así que el hombre volvía conduciendo a gran velocidad para proteger a su familia. 

Cuando llegó, encontró la puerta entornada y se esperaba lo peor. Tal vez debería enfrentarse al enfermo mental y podría salvar la vida de sus seres queridos. 

Tal vez, pero la suerte no lo quiso así. De algún modo, el intruso había conseguido meter la cabeza de la criada en el horno y cerrar la puertecilla, pues su cuerpo yacía en el suelo, algo inclinado, puesto que su cuello estaba partido y pillado por la portezuela del horno, el cual estaba encendido hacía rato. El hombre lo apagó y abrió la puertecilla para sacar la cabeza, mientras oía hervir el aceite donde la cara de su hija se freía. Así que lo siguiente que hizo fue apartar a su hija y apagar el fuego. También tuvo dificultad en encontrar las manos de su hijo, que habían sido cortadas. El joven se encontraba sentado en una silla, apoyado en el fregadero donde tenía los brazos metidos y donde la sangre se había ido acumulando porque el tapón estaba puesto. 

Al salir de la cocina, oyó un golpe y un grito. Corrió hacia su dormitorio... Al parecer, el lunático había golpeado la pared de madera con el bebé, puesto que, a parte de haber caído hecha astillas, el niño (o la niña, no se dice), tenía la columna y el cráneo partidos, entre otras deformidades. 

Fue entonces cuando vio al asesino y a su mujer. Ella, sentada en la cama, inmóvil, mirando el bebé con los ojos fuera de las órbitas... Él, con un cuchillo de cocina, se disponía a... 

- ¡No! 

Ya era tarde. El intruso levantó el cuchillo y lo clavó en la parte superior del cráneo (en la nuca), y lo undió hasta que toda la hoja desapareció. Después de esto, con ayuda de las dos manos, rajó el cráneo y parte del cuerpo. 

El hombre, antes de tener tiempo a apoderarse de cualquier cosa para defenderse, se vio atacado con el mismo cuchillo que había dado fin a su mujer. No tan sólo se lo clavó en el corazón, sino que también lo abrió en dos partes. 

Tras hacer esto, el lunático desapareció y todavía hay dudas de que se sepa dónde está.

0 comentarios: